De nuevo surge el tema de la cabra de la Legión. Por activa y por pasiva lo he explicado desde todos los ángulos de vista posibles y contando la historia auténtica de esta mal llamada tradición legionaria.
Vuelvo insistir a sabiendas de que los que tiene que leer e informarse, para a su vez informar, no lo hacen y usan erróneos argumentos mal intencionados casi siempre. ¡Qué le vamos a hacer!
Por si cae en buena tierra…
Algún cabrero no quiere cabra ni carnero ni cabrón en la Legión. Pues eso, que lo de la cabra, ya se lo expliqué en un artículo que aquí les dejo (enlace), a Franco no le gustaba nada: «inadmisible», decía.
Abran la jaula al canario para que sepa lo que es bueno y lo buenas que son las leyes que dicen proteger a los animales y que se midan junto a las cotorras que no me dejan dormir, asentadas en el frondoso árbol que se mete por la ventana de mi casa y el ayuntamiento no poda porque dice que hay que dejar morir en su tristeza al viejo y enfermo olmo. A ver, si no, donde van a mear los perros.
La legión sin cabra es como el Quijote sin lanza, o Sancho sin su rucio, o sin Bucéfalo Alejandro. O el perro sin su olmo enfermo. Babiecas tengamos que son legión.
La Legión
¿Y del chivo, qué me dicen del chivo? Porque toda la vida legionaria, pero toda, incluso ahora, que ya no se sabe si es o no, el chivo se ponía cerca de la mesa del secretario, en la oficinilla de la Legión, y cuando estaban ya los papeles, un legionario ya viejo y muy hecho en batallas de oficios y balas, después, digo, de despachar los papeles con el capitán, entraba en aquel cuarto y al legionario secretario, el que estaba sentado en la mesita, le decía: «toma esto parchivo»; y claro, el legionario secretario, como no se lo escribían, sino al oído, entendía que el papel ya no servía y era para el chivo, para que se lo comiese, y este que estaba cerca, pegado a la mesa de la oficinilla, solo tenía que abrir la boca y masticar despacito el papel aquel que era de papel de verdad y no reciclado. ¡Par chivo! Pues eso que así estaba de gordo el cabrón, perdón el chivo, y es por eso que en la Legión no ha quedado nada archivado sino en la saga y mente de aquellos parchivos que siempre supieron mucho del papel legionario. En la Legión esa es la razón de que las razones entre legionarios permanezcan secretas y los chivatazos no se perdonen; y los chivos que se chivan ni desfilan ni pasan de los seis meses antes de que se conviertan en chuletas.
El archivo de la Legión
Los secretos eso son y no hay que intentar ver por dentro, sino por fuera y como de verde vestimos, pero poco verde comemos, si quieren que no desfile la cabra, ni el chivo ni el cabrón, pondremos de mascotas lechugas verde legión y alfalfa; o un buen melocotón. Mejor dos.
Si ustedes quieren saber algo de la legión no olisqueen por archivos ni legajos ocultos, sino que pregunten al cabrón, porque el chivo no va a contestar nada de nada, pero no olviden que lo sabe todo, y todo en la Legión es nada.
Esto es muy raro, me dijo ayer, entristecido, el chivo, que ve que se queda sin su puesto de trabajo.
No sé por qué me da que lo que pretenden es que no desfile la Legión y que en su lugar lo hagan las cabras y el problema es ahora buscar quién desfila como mascota. De las cabras.
Porque desde luego la Legión sin la cabra será, pero será una legión sin cabra, que no sé qué es lo que será, aunque vista de verde y lleve de mascota un huerto de lechugas. Porque el problema puede, que yo no lo sé, que no sea la Legión, sino la cabra, y así vamos quitando cosas de en medio. Entonces podremos algún día entendernos; en el monte que es a donde tira la cabra. Los legionarios no. ¿Es que no se habían dado cuenta?
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com